Con este nombre comenzó a circular un libro del doctor
Leandro Aristiguieta, director del Jardín Botánico del Orinoco, que habla de
una Ciudad Bolívar intensamente arbórea, contrapuesta a la que a mediados del
siglo pasado encontró el explorador alemán Friedrih Gerstcker.
El explorador germano, Friedrich Gerstacker, en su libro “Viaje por Venezuela en el año 1868”, escribe
lo siguiente sobre la capital bolívarense: “Ciudad Bolívar misma nos da, desde lejos,
una impresión demasiado amable, porque falta el verdor entre las casas, faltan
árboles o palmeras, tan sólo fuera para señalar la Ciudad meridional. Pelados y
tostándose al sol están los edificios y, cuando uno se acerca, se echa de ver
en medio de ellos, muy dispersos, una cantidad de bloques de granito de color
pardo, que después de un día soleado despiden un calor verdaderamente abrasador
incluso en medio de la noche. Tan rocoso es el suelo sobre el que está
construida la ciudad, que algunas casas han tenido que ser literalmente
cinceladas en las piedras”.
Cabe deducir entonces, de
acuerdo con este testimonio, que Ciudad Bolívar fue fundada sobre un peladero y
que así se mantuvo hasta el siglo diecinueve y parte del presente. Por lo que
la vegetación de la cual hace gala la Ciudad actual, es muy del siglo veinte,
precisamente y por contradicción, un siglo caracterizado por la depredación y
la explotación irracional de los recursos naturales renovables.
El por qué la Ciudad capital era un erial se debía a la
falta de agua, por lo menos durante la estación de verano. La misma había que acarrearla a lomo de burro o mula desde la orilla del Orinoco y
esto era difícil por lo accidentado de la colina donde se asentaba la ciudad.
Los citadinos se dan a la tarea de sembrar árboles en el patio de sus casas
cuando en 1885 se inaugura él Acueducto. Entonces, el Presidente del Estado,
general Miguel Bermúdez Grau decide convertir la Plaza Bolívar en un jardín
pues continuaba siendo como lo describe el legionario inglés John Roberto en
1819, un sitio “lleno de escombros y piedras, desluciendo el conjunto de inmuebles que
lo rodea”.
Al efecto, comisiona a los
doctores José Tadeo Ochoa y José Felix Armas para adquirir en Las Antillas
árboles convenientes para embellecer la plaza y entre éstos traen y plantan: 3
Bálsamo de Perú, de los cuales sólo sobrevive el de la Casa del
Congreso de Angostura; uno de Manzana del Diablo, varios Caoba
de Santo Domingo así como Cipreses, Higuerones, Acacia y Lirio Africano. Podríamos
afirmar entonces que al comenzar a llegar directamente el agua a las casas, de
manera abundante y continua, el citadino se dedicó a poblar de árboles su
Ciudad.
El ingeniero Mario Palazzi me dijo en una oportunidad que la
Ciudad experimentó durante un tiempo la fiebre de sembrar árboles traídos de
todas partes. Hasta un Boabab fue sembrado en 1910 frente
al Cine Plaza. La simiente la compró
como ya lo sabemos su pariente Carlos Palazzi en un vivero de Francia y la
mandó a sembrar a través de Rafael Páez y Remigio Páez.
El libro de Leandro Aristiguieta “La Ciudad de los árboles”. Impreso en la
editorial Senefelder de Puerto Ordaz, ilustrado por Nancy de Chacón y portada
de Ira León, consta de 200 páginas y lleva el sello de “Ediciones alsur”. Es un
libro de tipo divulgativo y docente, dendrológico, dedicado al estudio de los
árboles cultivados y silvestre, existentes en sitios urbanos de Ciudad Bolívar
o en sus inmediaciones. Es la primera vez que se escribe un libro de la ciudad
Orinoquense en este sentido y de allí su importancia y oportunidad, pues una de
las características llamativas de Ciudad Bolívar en la actualidad es su
abundosa e impresionante vegetación. Excepto en las construcciones sin patio,
muy de los tiempos modernos, difícilmente se ve una casa sin árboles. Cada casa
tiene su árbol, muchas veces, de forma exagerada en número y tamaño como es el
caso de las que tienen Ceibas o Samanes bien en el patio o en el frente de su
calle o avenida.
De manera que en general la ciudad es arbórea, enfáticamente
en la llamada zona de los antiguos morichales donde es posible ver los
ejemplares de mayores dimensiones, belleza y lozanía. Gigantescos aceite,
merecures, algarrobos, ceibas, mango, matapalos, bucares, apamates, jobos,
samanes, guatacaros, mamones, nísperos, pilones, robles araguaneyes y otros que
impresionan por su parte, forma, follaje o floración.
En el volumen “La Ciudad de los árboles”. Leandro
Aristeguieta suministra una información básica sobre los árboles comunes de la
ciudad capital, empezando por el Naranjillo, especie rara de reciente
introducción, que se multiplica fácilmente por estacas y semillas y que vendría
muy bien en parques y jardines. Luego se refiere a las especies de la familia anacadiaceae:
ciruelo huesito, jobo, merey que es árbol nativo y el mango, oriundo de la
India, pero naturalizado en toda la América tropical.
De la familia annonaceae se hallan en Ciudad
Bolívar en estado silvestre o cultivados el Manirito, Anón Guanábano o Catuche,
la Chirimoya, Manirote, Guanábano rebalsero y la fruta de burro.
Se cultivan en la ciudad varias especies de árboles
ornamentales de amapolas de la familia Apaocynaceae al igual que la Retama
o cascabel que es un árbol pequeño de follaje permanente, la Rosa de Berbería
de grandes flores blancas y el Cojón de verraco que crece silvestre en sitios
semipantanosos.
De la familia Araliaceae solo se consigue el Arbol
paraguas que es de reciente introducción, solo cultivado en jardines privados.
De la familia Bignoniaceae, caracterizados sus
miembros porque son leñosos, perennes y de flores llamativas sí que hay varios,
empezando por el Araguaney que es árbol nacional y muy cercanos sus parientes
el Araguán, también con llamativas flores amarillas, el Apamate, de grandes
flores rosado – moradas hasta blanca; el Puy, el Cuerno de cabro o Cacho de
venado; el Totumo o tapara, árbol muy útil y popular; el Tulipán africano,
Gallito o Caoba de Santo Domingo; el Araguaney de jardín y la Jacaranda de
flores llamativas moradas.
El género Bixa
de la familia Bixaceae tiene dos distinguidos representantes, uno de los
cuales se halla en la ciudad y su color casi nunca falta en la mesa. Tal es el Onoto que en Oriente le dicen
Achote y que según el científico Américo Albornoz Martínez, contiene vitamina
A.
De la familia Bombacaceae aparece la corpulenta
Ceiba con su gran copa ramificada dando sombra y cobijo a muchos puntos de la
ciudad como bien se la dio en tiempos de la colonia a los esclavos en
cuarentena la Ceiba de la Trinidad.
Aparece igualmente la Morea en colinas y sitios áridos y pedregosos; el
Castaño de globosos frutos con semillas muy sabrosas y el milenario Boabac que
Palazzi nos envió de París.
La familia Boraginaceae se distingue en Angostura por su noble miembro
el Pardillo, pero muy escaso, lo cual no ocurre con el Cautaro, del que hay
unos cuantos en los sitios naturales del Jardín
Botánico. De esa familia son
miembros también el Guatacaro y el Nomeolvides, ambos aprovechables para
parques y jardines.
Arboles de resina aromática y medicinal son estos de la
familia Burseraceae: Tacamajo, Indio
desnudo y Sasafrás que el angostureño localiza en vegas y sitios
pedregosos de la ciudad.
Y en sitios áridos y xerofiticos de la ciudad, sobresale
como especie arbórea el Guamacho, de la familia Cactaceae a la que
pertenece asimismo el áfilo cactus, tan bien captado en su poesía por el
exquisito romancero Héctor Guillermo Villalobos.
Disfrazado de Pino se ve aquí, aunque difícilmente, a una
australiana que la botánica conoce como Casaurina, mata maderable y
resistente, de rápido crecimiento, de talla mayor que el Bototo o
Carnestolenda, perteneciente éste a la familia Cocholospermaceae. El Bototo abunda en los sitios naturales de
la ciudad. No así el Bototo de Canaima
que recién llega a la capital por la vía del Jardín Botánico.
Y aunque usted no lo crea, en Ciudad Bolívar hay Mangle, una
variedad del Mangle del litoral marino, que nos vino de Puerto Rico. Se le identifica como Mangle plateado por el
color de sus hojas. Pertenece a la
familia Combretaceae al igual que el escaso Ucaro y el Almendrón, común
de nuestro medio.
Hay un árbol popular en esta ciudad que se consigue hasta en
la Plaza Bolívar. Tal el Merecure, frutal
autóctono de la familia Chysobalanaceae al igual que el
Querebere, el Icaco y el Icaquiuillo, de rebalses y vegas del río padre.
Familia
compleja y con numerosos representantes en la flora del país es la Euphorbiaceae a la cual pertenecen
en la ciudad la Yuca y el Caucho, de
gran valor económico; la Yuca de monte, el Tártago o ricino, la Peregrina, el
Piñón, la Flor de pascua o Navidad, el Cerezo agrio bordeando lagunas y
pantanos; el Jabillo de látex y semillas tóxicas y estas dos plantas semejantes
al cactus llamadas Candelabro y Palitroque.
Este último al cual asemejan las
esculturas de Luis Carlos Obregóm.
De Trinidad nos trajeron hace mucho tiempo la Cereza del
Gobernador, especie de la familia Flacourtiaceae al cual pertenece
también el Lagunero que es un arbusto de flores cremosas, propio de sitios
pantanosos.
Existe una familia de representantes numerosos en la
ciudad. Tal la Caesalpiniaceae, a la que pertenecen la Pata de vaca, el
gigantesco Algarrobo, el Aceite, de propiedades medicinales; el Guamo, el
incorruptible Congrio, la frágil Acacia de siam; el nativo Cañafistolo, tanto
el llanero como el apodado “Lluvia de oro” y el Mare – mare o burrero; el
Tarantantán, Rosa de la montaña; el Tamarindo, popular no sólo por lo agradable
de su fruto sino por su vinculación con la histórica Casa de San Isidro; el
resistente Dividive; el exótico Josefino o Acacia roja; la Clavellina que nos
recuerda al bachiller Sifontes porque siempre lucía una de sus flores roja o
amarilla en el ojal; el vigoroso Don Francisco, el Ebano y el Frijolito.
Igualmente de numerosos representantes es la familia imosaceae
con las especies Guamos, Samán blanco, Caracaro, Samán rebalsero, Cují de
jardín, Quiebracho, el Cují negro y el Aromo, apropiado para jardines.
Asimismo es prolífica la familia Fabaceae Papilonaceae con sus representantes el Roble, el Bucare, el
Paraguayo, el Sarrapio (árbol emblemático de Guayana, de gran valor económico
gracias a la Cumarina utilizada para aromar al tabaco); el Cartán, Cascarón, Pilón
guayanés, Pilón caraqueño, el llanero y achaparrado Alcornoque, el maderable
Drago, el Mata ratón, tan bueno para corrales; el llamativo Gallito Rojo y el Bálsamo
del Perú, según nuestra referencia hemerográfica. El Dr. Leandro Aristiguieta lo señala en su
libro como Bálsamo de Tolú. La lista es más prolongada, pero la falta de
espacio nos obliga este límite. De todas
maneras, la intención es dejar constancia de la extensidad e intensidad arbórea
de la capital orinoqueña, lo cual ha llevado al Director del Jardín Botánico a
dar a luz el libro “La Ciudad de los árboles”,
que según su propio autor, Leandro Aristiguieta, es nombre tomado de una frase
soltada por el Alcalde de la ciudad en un discurso alusivo a la exuberante
vegetación de nuestra capital.
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