Desde noviembre
de 1817, el Tricolor Nacional comenzó a flamear con ocho estrellas en los
buques de la Marina de Guerra venezolana, batallones militares y en los
edificios públicos de las provincias libres, hasta la creación de la Gran
Colombia. Pero he aquí que después de
189 años de un decreto que parecía sepultado por las sinuosas eventualidades de
la historia, vuelve a materializarse por una soberana ratificación de su
vigencia.
El Tricolor
Nacional concebido y enarbolado por primera vez en el “Leander” buque insignia
de la expedición mirandina, no exhibía, ni podía exhibir obviamente, las siete estrellas representativas de las provincias que junta declararon la
Independencia de Venezuela. Estas
surgieron o fueron acordadas por primera
vez en Pampatar por las autoridads emanadas del Congreso de Cariaco en mayo de
1817. Fue uno de las pocos acuerdos
acertados que en Angostura aceptó el
entonces Jefe Supremo de la República, pero agregándole la estrella
representativa de la Provincia de Guayana que sumaba a la emancipación
venezolana.
De manera que
de Angostura y por decreto del Libertador del 20 de noviembre de 1817, salieron
esas ocho estrellas de nuestro Pabellón Nacional. Eran azules, colocadas en línea recta a lo
largo de la franja amarilla y duró hasta que la unión de Venezuela,
Cundinamarca y Quito en una sola República, requirió de bandera propia.
El Congreso Constituyente de la nueva
República, conforme a lo dispuesto en la Ley Fundamental dada el 17 de diciembre de 1819 por el Congreso de
Angostura, se reunió en la Villa de Nuestra Señora del Rosario de Cúcuta y el 4
de octubre de 1821, acordó acoger la Bandera Madre, amarillo, azul y rojo, pero
sin las estrellas. En vez de éstas,
llevaría un escudo, el escudo de la nueva gran República de Colombia,
consistente en un haz de lanzas con la
segur atravesada, arcos y flechas cruzados, atados con cinta tricolor por la
parte inferior, con una cornucopia vertical a cada lado, llenas de frutos y
flores de los países fríos, templados y cálidos.
La separación de Venezuela de la gran República de Colombia
en 1830, impuso la necesidad de que el Estado venezolano ya restaurado tuviese
su Bandera, pero había que reflexionarlo sin premura. Así que el Congreso Constituyente reunido en
Valencia, dispuso el 14 de octubre de ese mismo año continuar con la Bandera de
la República disuelta, pero con las cornucopias del escudo invertidas.
Ya en 1836, bajo la Presidencia del doctor José María
Vargas, el Congreso decidió acentuar la diferencia de la Bandera venezolana con
relación a las de Nueva Granada y Ecuador, muy similares. Al efecto, dictó un Decreto, refrendado por el
Presidente Ejecutivo (encargado), Andrés Narvarte, adoptando los colores de la
Bandera Madre, vale decir, la mirandina de 1806, pero en franjas iguales y con
un escudo, similar al actual, colocado en el tercio del color amarillo
inmediato al asta.
La Guerra Federal que ensangrentó a Venezuela durante cinco
años, no sólo tenía un programa de Gobierno sino un proyecto de Bandera
Nacional en sintonía con el concepto federalista. Esta, mantiene el arcoiris tricolor de
franjas iguales, pero en la franja amarilla se ubican veinte estrellas azules,
simbolizando a las veinte provincias que se unen a la Federación Venezolana en
1963.
Pero después del triunfo de la Federación y bajo tierra
Ezequiel Zamora, su gran caudillo, el general Juan Crisóstomo Falcón, dispuso
el 29 de julio de 1863, que en vez de veinte fueran siete las estrellas, es
decir, el mismo número decretado por las autoridades del Congreso de Cariaco en
1817. Sólo que en vez de azules en franja amarilla, serían blancas en franja
azul: seis en forma de circunferencia y
la séptima en el centro circular.
El General Cipriano Castro, caudillo de la Revolución
Restauradora del Liberalismo, nunca vio con buenos ojos aquella estrella
solitaria en el círculo y prometió que tan pronto llegara a la Presidencia la
sacaría de allí, pero no lo hizo inmediatamente, sino el 28 de marzo de 1905,
mediante decreto que estuvo vigente durante veinticinco años.
Al cabo de ese tiempo, el Presidente Juan Vicente Gómez,
reaccionó contra las estrellas en circunferencia y propuso al Congreso dictara
una ley modificatoria, la cual fue sancionada el 15 de julio de 1930. La misma disponía que las siete estrellas
blancas siguieran en el centro, pero no en la forma de círculo sino formando un
arca de círculo con la convexidad hacia arriba.
Así quedó y de esa manera fue recogida en la Ley
de los Símbolos Patrios (Bandera, Escudo
e Himno Nacionales), promulgada el 17 de febrero de 1954, pero con el
escudo de armas en el ángulo superior izquierdo.
La Ley establece que:
“La Bandera Nacional es la que adoptó el Congreso de la República en 1811,
formada por los colores amarillo, azul y rojo, en franjas unidas, iguales y
horizontales” y que “llevará el Escudo de Armas de Venezuela en
el extremo de la franja amarilla cercano al asta y, en medio del azul, siete
estrellas blancas de cinco puntas, colocadas en arco de circulo con la
convexidad hacia arriba...”
El 3 de julio de 1963, el Presidente de la República, Rómulo
Betancourt, dispuso celebrar el 12 de marzo, Día Nacional de la Bandera,
para eternizar en la memoria de la nación, la fecha en que el Generalísimo la
izó por primera vez.
Guayana, desde la época de Juan Crisóstomo Falcón, ha venido
reclamando el derecho, reconocido por el Libertador, de estar representada en
el tricolor nacional con una octava estrella.
La campaña de mayor resonancia tuvo lugar durante el primer período
constitucional de Rafael Caldera y se continuó durante el siguiente de Carlos
Andrés Pérez hasta el punto de que el 8
de septiembre de 1977, en el acto conmemorativo de la Real Cédula que
creó la Capitanía General de Venezuela y en presencia de sus majestades los
Reyes de España, el Presidente Pérez anunció que solicitaría al Congreso la
reforma legal que permitiría el cumplimiento del Decreto del Libertador. Efectivamente, la reforma legal fue
introducida al Congreso de la República y admitida favorablemente con el
consiguiente beneplácito de los guayaneses que salieron a las calles para
celebrar el acontecimiento, pero de allí no pasó. Resultó materialmente imposible poner en
vigencia la modificación de una Bandera que aparte de los onerosos costos,
implicaría la alteración de una realidad evolucionada a través de trece
banderas, aparte de que el resto de los Estados Federales de Venezuela, como lo
concibió Ezequiel Zamora en 1859, reclamarían también su presencia en el
Pabellón Nacional.
El domingo 20
de noviembre de 2005, aniversario justamente del decreto del Libertador en
Angostura, el Presidente de la República, Hugo Chávez Frías, en su acostumbrado
“Aló Presidente”, entonces desde Ciudad Guayana, anunció que solicitaría a la Asamblea
Nacional una modificación en la Ley para
la inclusión en el pabellón nacional de la octava estrella de Guayana y
efectivamente, al año siguiente, introdujo el proyecto de modificación de la
ley que hizo posible se materializara después de 189 años el siguiente decreto
dictado por el Libertador: “Habiéndose
aumentado el número de provincia que componen la República de Venezuela por la
incorporación de la de Guayana decretada el 15 de octubre último, he decretado
y decreto: Artículo único.- A las siete
estrellas que lleva la Bandera nacional de Venezuela se añadirá una, como
emblema de la Provincia de Guayana, de modo que el número de las estrellas será
en adelante ocho”.
Es bueno añadir
que antes de la bandera mirandina hubo una primera bandera, concebida por
Manuel Gual y José María España dentro de su tentativo proyecto de emanciparse
del absolutismo de la real corona española.
Esa primera bandera concebida en 1797 era blanca con un gran Sol en el
centro, símbolo de la patria; cuatro estrellas sobre franja azul a lo largo de
la parte inferior de la bandera representativas de las cuatro provincias de la
época: Cumaná, Guayana, Maracaibo y Caracas y cuatro franjas verticales a la
izquierda amarilla, rojo, blanco y azul representativas de los estratos sociales blanco, pardos,
negros e indios.
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