En
tiempos del Doctor D' Enjoy, quien nació el 28 de septiembre de 1846 y vivió
más de una centuria, el Orinoco de vez en cuando se metía por los bajos de la
ciudad y se podía navegar en curiara por algunas de sus calles, incluyendo la
Dalla-Costa, donde estaban los Tribunales.
La de
agosto de 1943 como la de 1892 fue una crecida tan excepcional que tocó el
techo de numerosas viviendas y rebasó la primera planta del edificio El Sordo,
pero aún así el Presidente de la Corte
Superior de Justicia, Francisco D'Enjoy Rávago, no se inmutaba. Sabía
que el derecho de los demás cuando es usurpado sigue siendo de los demás
y el Orinoco no hacía sino de vez en cuando volver por sus naturales predios
que el hombre le fue arrebatando.
Pero D'Enjoy tomaba muy a tiempo sus precauciones para proteger
los expedientes del agua desbordada y si ahora el Orinoco se metiera
sobreponiéndose a ese dique de concreto armado que le construyó Sucre
Figarella, menos podría desvanecer la tinta de los amanuenses porque el Palacio
de Justicia siempre ha estado y está en cota alta.
Residencia permanente de los Tribunales
era el inmueble de la calle Dalla Costa donde actualmente funciona la
Escuela Heres. Fue adquirido por decreto del Gobernador Luis
Godoy, el 10 de enero de 1913. Luego en
año de los cincuenta, debido al estado de deterioro en que se hallaba y
mientras se reparaba, fueron reubicados en la Casa del Congreso de Angostura. De aquí pasaron de nuevo a la calle
Dalla-Costa. Posteriormente al edificio
del Banco Guayana en las calle Igualdad y finalmente a su moderno edificio
construido por la CVG en antiguos
terrenos de La Cervecería. Este
monumental edificio, único en su tipo en Latinoamérica, es obra de los
arquitectos Henrique Hernández, premio nacional de arquitectura, y
Ralpermining. Lástima que este magnífico
proyecto que tiene como metáfora al Orinoco, no haya sido ejecutado totalmente,
pues le faltan sus fuentes dirigidas a lograr un microclima.
El doctor Francisco D'Enjoy Rávago fue ejemplo impecable de la
administración de Justicia. Jamás le
casaron una sentencia. Expediente suyo
muy discutido que llegara a la Corte estaba destinado a sentar jurisprudencia y
terminar en la Junta Codificadora. Su
preparación como jurisconsulto era tal que cuidaba del más insignificante
error. Un día ordenó rehacer un expediente porque en vez de "el
cuerpo del agraviado sangraba abundantemente", decía "el cuerpo del
agraviado estaba totalmente bañado de sangre".
El doctor D'Enjoy era hijo de un exiliado cubano que había
luchado por la independencia de su país en el siglo pasado y concluyó sus días
en Angostura, naturalizado venezolano en tiempos de Guzmán Blanco.
La vida de la familia no era holgada.
Francisco debió trabajar desde temprano, costear sus estudios vendiendo
periódicos y sirviendo de monaguillo en la Catedral, por lo que recibía cuatro
pesos. Batallando duro se graduó de
bachiller en el Colegio Federal de Varones y posteriormente en Derecho. Era coetáneo con José Gabriel Machado, padre
de la escritora Luz Machado, y José Benigno Rendón, abuelo de Carlos Elías
Rendón, quien también llegó a la alta magistratura regional. El Dr. J. B. Rendón, además de magistrado
judicial fue gobernador del Estado Bolívar entre 1936-1938.
En 1901 el doctor D'Enjoy obtuvo el título de Doctor en
Jurisprudencia y desde entonces desempeñó cargos judiciales en todos los
Tribunales y Fiscalía del Ministerio Público.
Durante seis años ejerció la Presidencia de la Corte Suprema de Ciudad
Bolívar y seguidamente hasta los años cuarenta la Presidencia de la Corte
Superior del Estado.
La Presidencia del Colegio de Abogados
estuvo en sus manos dos veces y su permanencia
en los estrados de la Justicia se debió no sólo a su talento y
capacidad, sino a su condición de apolítico, convencido que "un juez para serlo de verdad debe
llevar el alma libre de prejuicios ideológicos sectarios".
La Corte Suprema de Justicia del Estado llegó a su fin como
Tribunal de alzada siendo Presidente el doctor Reinaldo Sánchez Gutiérrez,
quien no sólo demostró su excelencia como juez y abogado, sino como
mecanógrafo. Escribía con una velocidad
increíble, sin mirar el teclado, al tiempo que podía sostener una conversación.
Después el Juzgado Superior suplantó a la Corte con el doctor Domingo
Monserrate, exigente y estricto como su sucesor inmediato el doctor Pastor
Ollarves.
Vigilante de la actuación de los Tribunales en calidad de
Procurador General era el doctor José Gabriel Machado, quien también ejerció el
cargo de Juez del Distrito Heres, Juez de Primera Instancia en lo Penal, Juez
Accidental de Hacienda, Defensor Público de Presos, Sindico Municipal y Relator
de la Corte.
El doctor Machado al mismo tiempo ejercía las cátedras de
Filosofía, Inglés, Derecho Constitucional y Economía Política en el Colegio de
Primera Categoría de Guayana. Nació en Guasipati en 1876 y falleció en Caracas
en 1971.
Distinto ahora que el estudiante comparativamente dispone de
todas las facilidades, graduarse de abogado costaba entonces un mundo y parte
de otro, por eso había escasos profesionales del derecho y ello explica porqué
numerosos Tribunales, especialmente los de provincia adentro, estaban en manos
de jueces no abogados. En los Tribunales
de Ciudad Bolívar se daba, por ejemplo, el caso del doctor Adán Blanco Ledezma
que siendo odontólogo, se desempeñaba como Relator de la Corte y el Bachiller
Brígido Natura Ricci, como Canciller.
Pero eran hombres capaces, extraordinariamente pulcros, honorables, y
con un sentido muy humano de la Justicia.
Es el caso también de Angel del Valle Morales, poeta y cronista de la
ciudad, quien ejerció como titular del Juzgado del Distrito Heres. A él precisamente le tocó admitir la primera
mujer que ingresó como empleada de los Tribunales de Ciudad Bolívar.
Carmela Hernández Rodríguez, casada con José Gómez, padres de
Rosangel, profesora de música y excelente primer violín de orquesta sinfónica,
fue la primera mujer que ingresó como empleada en los Tribunales de Justicia
del Estado Bolívar. El Juez Ángel del
Valle Morales la aceptó luego de pensarlo y discutirlo en última
instancia. Influyó mucho el hecho de que
Carmela era hija de Enrique Hernández, quien murió siendo Juez del Distrito
Simón Rodríguez (El Tigre) después de haberlo sido durante largos años en
Ciudad Bolívar.
La segunda mujer que entró a trabajar
en los Tribunales fue María del Valle Pimentel, en el Juzgado Penal, cuando su
titular era el doctor Oswaldo Ferro. Y
la primera mujer abogado, la doctora Gloria Casado, quien se graduó en 1949 y
fue durante muchos años Juez de Menores teniendo como alter ego en calidad
de Secretario a Alberto (Flaco) Rojas, a
quien siempre veíamos en el Club Gallístico, degustando su cerveza casi a los
80 años.
La antigua sede de los Tribunales era la restaurada casa que sirve
actualmente de asiento a la Escuela Franisco Antonio Zea, en la calle
Dalla-Costa.
Al calor de esa vieja Casa de Justicia creció el Café
España, de don Pedro Gascón Mir, frecuentado por abogados para recrear
sus incidencias judiciales en el ludrismo de una mesa de dominó.
Un triángulo escaleno formaban los Tribunales, en la calle Dalla-Costa; el Café
España, entre las calles Dalla-Costa y Venezuela; y la Cárcel,
entre la calle Igualdad y el Paseo
Orinoco. Para el reo llegar a los
Tribunales bastaban unas pocas zancadas, sin peligro de fugarse a nado por el
Orinoco. Como que era más factible
entonces fugarse de las Colonias Penales de El Dorado.
Carmela recuerda a ocho evadidos de las
Colonias que no teniendo que comer en medio de la selva, se sortearon para ver
a quien le tocaba someterse al sacrificio de la muerte en beneficio de sus
carnes para mitigar el hambre hostigante de la jungla. Cuatro sobrevivieron.
Un fin de semana, porque era obligación
de los Jueces visitar a sus presos, el Doctor D'Enjoy se fue, asistido de
Carmela, a dialogar con los procesados y sentenciados. De pronto se vio rodeado de los "come
muertos" y Carmela casi que se desmaya.
Muchas escenas macabras sufrió esta la
primera mujer amanuense de los Tribunales bolivarenses. Un día el Juez la fue a buscar a su casa para
levantar las víctimas de un accidente de tránsito y al abrir la puerta de uno
de los vehículos siniestrados, la cabeza de una mujer que había quedado
decapitada por el impacto, cayó a sus pies.
Los Tribunales en tiempos del Doctor
D'Enjoy eran como templos, donde hasta el aire del ambiente que se respiraba
insuflaba riguroso comportamiento. Los
administradores de la justicia, severos y circunspectos, no toleraban durante
el trabajo tribunalicio, el hambre, el descuido en el vestir, la descortesía ni
menos la impuntualidad.
Comer en la oficina pública como es
frecuente ahora, era una falta de lesa urbanidad que ameritaba sanción. El Juez Roberto Aveledo se fue al Café
España a drenar su disgusto el día en que sorprendió a su amanuenses
consumiendo un emparedado de jamón y queso detrás de una puerta al no poder el
alguacil Bernardo Guevara que cuidaba la entrada, avisarle a tiempo. César Bello Dalla-Costa salió en su defensa y
Carmela quedó perdonada.
Las empleadas del Tribunal tenían que
ser modelos de pulcritud y decencia en el vestir. Nada de escotes provocativos como el de una
mujer que tuvo que regresar por nueva ropa para poder declarar. El hablar del empleado tenía que ser
depurado, cortez a en la actitud y guardar en lo más inalcanzable de la
subconciencia el secreto sumarial.
La puntualidad no se podía violar y
encargado de velar por ella era el Procurador General del Estado. El doctor Beroes, para garantizarla,
estableció la multa de un bolívar por cada minuto de retraso. Se descontaba del sueldo y estaba destinada a
los gastos de papelería y mantenimiento del Tribunal afectado.
El Presidente de la Corte, doctor Reinaldo Sánchez Gutiérrez,
dispuso la obligatoriedad del uso del palto tanto a jueces y abogados como a
ciudadanos que traspusieran hacia adentro el umbral del Palacio de Justicia.
Fue en esa ocasión cuando el gordo
Natalio Silva, sastre popular que tenía su taller al lado del negocio de Pedro
Montes, en la misma cuadra de la sede de los Tribunales, hizo su agosto
alquilando paltos de todas las tallas y colores, sólo que no todas las veces la
talla y el color venían a tono con el usuario, de tal forma que eran unos
cuantos los curiosos que se reunían en las esquinas próximas para disfrutar de
los "espantapájaros",
de aquellos, por ejemplo, que siendo de talla 40 se veían en la perentoria
necesidad de embutirse en un palto talla 30 o viceversa.
En la actualidad, la disposición
Sánchez Gutiérrez, aparte de Jueces,
quedó reducida a los abogados, algunos de los cuales no usan sino chaqueta,
como Leonel Jiménez Carupe; otros, como Omar Duque, José Pascuzzzi León Guevara
Enet y Ramón Córdoba, visten el flux completo, incluyendo la corbata, mientras
que la mayoría anda a lo Andrés Velásquez.
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