El 22 de octubre de 1910, un
grupo de empresarios bolivarenses fundó La Electricidad de Ciudad Bolívar y el
5 de julio de 1811, centenario de la Independencia, a las seis y media de la
tarde, el gobernador Arístides Tellería, accionó el dispositivo que dejó
iluminada la ciudad, al tiempo que la Banda oficial estrenaba en público el
Himno del Estado, bajo una cálida atmósfera de regocijo y fuegos artificiales.
La luz eléctrica irradiando
desde arcos voltaicos ponía fin a los tradicionales y románticos faroles
alimentados con kerosene y aceite de tortuga, de los que aún pueden verse como
enmohecidas reminiscencias, brazos de hierro forjado incrustados en algunas
esquinas del casco urbano.
Aquella luz
eléctrica la generaba una maquina de
vapor que utilizaba como combustible carbón antracita importado desde Nueva York, vía Trinidad, por la C.A. La
Electricidad de Ciudad Bolívar, constituida
el 22 de octubre del año anterior por iniciativa del ingeniero Abraham
Tirado.
El primer
presidente de la compañía fue don Vírgilio
Casalta, próspero comerciante de la ciudad y el más consecuente
sostenedor de la empresa en sus momentos más críticos.
La que fue a su
comienzo una empresa privada de puros empresarios guayaneses, lo sigue siendo
no obstante las vicisitudes que dieron entrada al capital foráneo en 1954 y el
cual quedó debilitado con la venezolanización
de 1977 que dio paso a una nueva dirección capitaneada en calidad de
Gerente por el ingeniero Alberto Mancini, bajo cuya dirección La
Electricidad incrementó su capacidad de servicio con una cobertura
superior al 90 por ciento de la población. En 1990 cuando escribimos este
reportaje, la C. A. Electricidad de Ciudad Bolívar había pasado a manos de Assa
Holding, el mismo grupo propietario de las empresas Aserca
Airlines, Air Aruba y Elebol. La
junta directiva la presidía Simeón García seguido de Hermágoras Aguiar y Victor
Casado, en calidad de vicepresidentes ejecutivos y Ernesto Ojeda fungiendo de
asesor en materia organizacional. Esta
directiva emprendió cambios estructurales en la empresa, definió una nueva
filosofía de negocios y fijó el norte hacia donde debe marchar Elebol.
La Ciudad Bolivar de 1911 que vio por primera vez y
comenzó a experimentar los beneficios de la energía eléctrica, tenía apenas 15
mil habitantes, un Colegio Federal y dos escuelas estatales de primeras letras:
una de niña y otra de varones, con presupuesto anual de 400 bolívares.
El Gobernador, al que entonces se le decía Presidente, era el coreano y general
gomecista, Aristides Telleria, y el Secretario de Gobierno Luis Grafe
Calatrava. Presidente de la Asamblea
Legislativa, Manuel Acevedo, quien igualmente ostentaba la jerarquía de General
y solo el médico y poeta, J. M. Agosto
Méndez, Presidente del Consejo Municipal, se distinguía como civil.
Era la ciudad de los faroles y de las famosas velas
huecas de "superior estearina" considerada de mayor duración
que las velas macizas, a juicio de su fabricante en Caracas E. Franklin. Todavía no se conocían las lamparas Coleman
de gasolina, pero abundaban las de carburo o acetileno. Era la ciudad del cigarrillo “La
Colombina” cuya cajetilla venía con la figura de un animal que sorteado a final de mes podía pagar hasta
cinco bolívares por cada animal premiado.
La ciudad atraída por el febrífugo que fabricaba Valentiner Beherens con
plantas indígenas, indicado contra el paludismo y afecciones del bazo y el
hígado. La ciudad que conoció las
píldoras tocológicas del Doctor Bolet, recomendadas para regenerar la sangre,
tonificar el sistema nervioso y que expendían tanto la Botica “El Aguila” del
empresario Guillermo Lange como la botica Orinoco de la Alameda. La ciudad de Agostine & Mariani
que vendía el vino Medoc; la de Alejandro Castro despachando buques desde su
oficina en la calle Dalla Costa; la del barbero Boragina compitiendo con las
tijeras de Antonio Lauro en su “Petit Trianon Barbería”. La ciudad que leía a Victor Hugo, Dumas,
Claretie, Sue Pierre Loti, pagando apenas dos reales por cada novela. La de Boutissiere vendiendo fonógrafos y
discos pathé; la de la colita Cardier; la de Blohm y Co. exportando
cueros al igual que Acquetella y Boccardo en los vapores Delta, Apure, Alianza,
Masparro y Arauca; la de Domingo Valery exportando balatá; la
de Virgilio
Casalta exportando caucho del Caura; la de Palazzi Hermanos,
exportando plumas de garza y la de Tomassi, exportando oro fundido de
El Callao.
Era la ciudad de Monseñor Antonio María Durán; la de
los relojes Cyma y la del platero Domingo Farreras; la del abogado Alejandro
Urbaneja, la del dentista Díaz Díaz y las de los cirujanos Blanco
Ledezma y Carlos Emiliano Salom.
Era en fin la ciudad de los niños bien educados cuyos padres los
mandaban a estudiar en la “Pamphylian High Scholl” de Trinidad
de Petrock Alexis o en el Liceo Francés de Puerto España.
El Presupuesto del Gobierno Regional era de 36.256
bolívares al año. El Presidente Tellería
ganaba 1.500 bolívares y los diputados apenas tenían una dieta de 30 bolívares
por cada reunión. Sesionaban un mes al
año. La visita de un Gobernador a cualquier
pueblo del interior como Guasipati, capital entonces del Territorio Federal
Yuruari, significaba un acontecimiento festivo y más aun al retornar a la
capital. El sábado 14 de enero, por
ejemplo, cuando Tellería regreso de la Sección Yuruary, hubo tres días de
fiestas populares y el lunes por la noche en el Hotel Cyrnos del corso
Mannoni se le ofreció un banquete con los siguientes platos franceses: Conssome
aun tapioca, Hord d’oeuvres varies, Vol – au – vent á la Toulouse, Filet de
Beoeut Mazagran, Asperges sauce mousseline, Dinde rothe y Saña de
Petersbourgeoise, entre otras viandas por el mismo estilo.
La iniciativa de un sistema de alumbrado eléctrico
para la capital guayanesa la tuvo el técnico español Manuel Rafael Benitez y
creció a través de un proyecto que sometió a la consideración del Presidente
del Estado, Arístides Telleria. Éste,
con manifiesto beneplácito e interés, lo introdujo sugiriendo su aprobación al
Consejo Municipal y por incapacidad económica Benitez debió cederlo al
ingeniero Abraham Tirado, quien en definitiva se erigió en el gran promotor de
lo que es hoy la C. A. La Electricidad de Ciudad Bolívar.
El contrato establecía la obligación de instalar en la
capital una planta eléctrica moderna suficientemente capaz de producir el alumbrado
público. Asimismo quedaba obligado a
suministrar las luces incandescentes y de arco para el alumbrado al precio de 6
bolívares mensuales para cada foco de la primera clase de 16 bujías de
intensidad y 70 bolívares mensuales para cada luz de arco voltaico de 1200
bujías, todo durante once horas a contar desde las 6 pm hasta 5 am. La primera reunión para la formación de la
Compañía tuvo lugar el 9 de octubre de 1910 en la casa de habitación de don
Virgilio Casalta con asistencia del Presidente del Estado Aristides Telleria,
Fritz Kuhn, jefe de la Casa Blohm; Abraham Tirado, contratista de la empresa;
José Acquatella, Pedro V. Echeverría, jefe de la Casa Boccardo; José Afanador,
Virgilio Casalta, Andrés Pietrantoni, Guillermo Lange, Luis Machado Pedrique,
Julio Tomassi, Pedro Liccioni, Guillermo Montes, Emilio Uncein, Domingo Valeri,
Marcelo Chianelli, miembros todos del Comercio de la plaza, y los particulares
Dr. Wenseslao Monserrate Hermoso, general J. M. Urbina, Mariano Medina, general
Rafito Quero, general Gabriel Piñango, general Avelino García, Dr. Luis Alcalá
Sucre, Hermanos Suegart, Dr. Bracho Albornoz y Juan Call, entre quienes fue
suscrito integro el capital de la empresa.
El sábado 22 de octubre en la misma casa de habitación
de don Virgilio Casalta (La Catorcera) que entonces quedaba entre las calles
Dalla Costa y Amor Patrio, se instaló la
primera Asamblea General constitutiva de la C. A. La Electricidad de Ciudad
Bolívar. La Directiva electa quedó integrada por Virgilio Casalta como Presidente;
Vicepresidente el Dr. Abraham Tirado (promotor de la empresa); Tesorero, Pedro
Vicente Echeverría y el Dr. Wenceslao Monserrate Hermoso, como secretario.
Con domicilio en Ciudad Bolívar, la Compañía convino
con la Municipalidad una duración de 50 años, pudiendo prorrogar este lapso de
tiempo de acuerdo con la decisión de una asamblea general ordinaria. El capital social se estatuyó en 280.000, 00
Bolívares dividido en acciones de Bs. 100 cada una y el cual quedó representado
en 80.000 bolívares (800 acciones) reconocidas y adjudicadas al promotor doctor
Abraham Tirado por su Contrato celebrado con el Consejo Municipal, estudios,
trabajos técnicos y personal así como presupuestos y proyectos hechos hasta la
constitución legal de la empresa. los 200
mil bolívares restantes (2000 acciones) fueron suscritos en dinero efectivo.
El Gobierno de la Rehabilitación Nacional celebraba
las grandes efemérides con programas de obras públicas y el 5 de julio de 1911,
centenario de la Declaración de la Independencia debía ser sobresaliente,
especialmente en el Estado Bolívar, entidad que tuvo papel protagónico en el
proceso emancipador.
El 13 de junio de ese año el Presidente del Estado,
general Aristides Tellería, emitió un Decreto por el cual declaraba festivo en
la Capital del Estado los días 4, 5 y 6 de julio y dispuso celebraciones con un
abultado programa de actos, entre ellos, la inauguración del servicio de Luz
Eléctrica, estreno del Himno del Estado y la inauguración del Paseo 5 de julio
y de la Plaza Ascensión Farreras.
A las seis y treinta de la tarde del 5 de julio de
1911, en la Plaza Bolívar, el Presidente inauguró la Luz Eléctrica de la ciudad
accionando el dispositivo que iluminó por primera vez el Cuadrilátero Histórico
al tiempo que la Banda del Estado dirigida por Manuel Jaras Colmenares
ejecutaba el Himno Patriótico de Guayana que igualmente también se dejaba
escuchar por primera vez en público bajo una cálida atmósfera de regocijo y
fuegos artificiales.
El Himno del Estado, con letra del poeta J. M. Agosto
Méndez y música de Manuel Jaras Colmenares, fue el producto de un certamen
decretado por el gobierno regional y ganado por el músico y el poeta en feliz
combinación. Así el Himno del Estado
Bolívar y la Electricidad se estrenaron juntos.
La electricidad comenzó entonces a modificar aspectos
vitales de la tradicional cultura bolivarense.
Hoy el hombre urbano, el hombre de la sociedad industrial, experimenta
una existencia más productiva y confortable y ha hecho de la electricidad una
necesidad de la cual le cuesta sustraerse.
La llegada de la energía eléctrica a Ciudad Bolívar fue punto de partida
de la gran transformación socio – económica de la región y su importancia
podemos medirla de manera asombrosa en la escala de la tecnología de sus Generadores,
ayer movidos por la combustión del carbón antracita importado y hoy por las
gigantescas y potentes turbinas hidráulicas que doman y transforman en caudales
de energía y luz, las encabritadas aguas del Caroní que descienden del Roraima
y el Cuquenan.
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