Nunca antes la
figura del llamado “Cronista de la Ciudad” llamó tanto la atención como a
partir de 1989 cuando el legislador a través del artículo 187 de la Ley
Orgánica de Régimen Municipal, la impuso para todos y cada uno de los
Municipios de Venezuela.
Sin embargo, aquí en Ciudad Bolívar, la figura del Cronista,
se conocía desde los años cuarenta en la persona del Bachiller Ernesto Sifontes
que más que cronista de la Ciudad era cronista del Orinoco. En ese tiempo, más
precisamente en el 45, la Municipalidad de Caracas dictó una Ordenanza y
designó por primera vez el Cronista, recayendo esta función en el escritor,
diplomático y periodista valenciano Enrique Bernardo Nuñez, quien lo fue de por
vida.
De ese año, período del Medinismo, databa la Ley
del Patrimonio Histórico y Artístico de la Nación, refrendada por el
entonces Ministro de Interiores, Arturo Uslar Pietri, recientemente sustituida
por la Ley del Patrimonio Cultural de Venezuela. Comenzaba entonces un
despertar por la investigación, la divulgación, reconstrucción, prevención y
conservación de la memoria del pasado. Aunque oficialmente no existía hasta ese
momento, la figura del cronista, es evidente que desde mucho antes
intelectuales con vocación venían ejerciendo ese oficio. De manera, que primero
fue el cronista espontáneo y luego el cronista oficialmente reconocido como
tal. Las dos figuras continúan coexistiendo, por lo que la condición de
cronista nunca se pierde aun cuando oficialmente no sea reconocido como tal. En
Ciudad Bolívar, tan rica en valores culturales, se distinguieron como cronistas
espontáneos y asimismo como socios correspondientes de la Academia Nacional de
la Historia, José Angel Ruiz, Luis Aristeguieta Grillet, Bartolomé Tavera
Acosta, Luis Felipe Vargas Pizarro, J. M. Agosto Méndez, Juan Manuel Sucre,
Héctor Núñez Santodomingo, Eduardo Oxford, Ernesto Sifontes, José Francisco
Miranda, Constantino Maradei Donato, Horacio Cabrera Sifontes y Manuel Alfredo
Rodríguez. Este último miembro
numerario.
El primer cronista oficial, designado por el Concejo
Municipal de Ciudad Bolívar, fue el doctor Adán Blanco Ledezma, seguido por
Angel del Valle Morales, José Eugenio Sánchez Negrón y Américo Fernández.
En el resto del Estado, Leopoldo Villalobos (Caroni), Juan
Francisco Girón y Angel Romero (Upata), Ramón Sebastián Enmanuelli (El Callao),
Roberto Ferrer (Tumeremo), Luis Emilio
Hurtado Zorrilla (Ciudad Piar), Israel Rivas Muñoz (El Palmar), Abel Fuenmayor
(Maripa), Milton Rojas (Caicara) y Marcelis Bastardo (El Manteco).
Estando el cargo
vacante, el Concejo Municipal de Heres que culminó su período en el 89, no
quiso despedirse sin antes llenar el vacío de quien por vida había sido el Cronista de la ciudad, el poeta
José Sánchez Negrón, y lo hizo atendiendo una solicitud de los gremios de
periodistas, abogados laborales y sindicato de la prensa que proponían el
nombre de Américo Fernández.
No es fácil ser Cronista de la Ciudad por lo difícil que es
ser reportero, crítico cruzado y juez. Esto, en términos periodísticos, vale
decir, en la forma como el periodismo lo conceptúa, pues cuando se trata de ser
cronista de la ciudad, el concepto va más allá.
El Cronista de la Ciudad fundamentalmente debe investigar,
divulgar la vida de la Ciudad y cuidar celosamente de sus valores históricos,
artísticos y arquitectónicos tal como en
su oportunidad lo hicieron y lo hacen en Caracas Enrique Bernardo Nuñez, Mario
Briceño Iragorri, Mauro Páez Pumar, José Schael, Carmen Clemente Travieso
y Juan Montenegro.
A juicio de Julio Febres Cordero, el Cronista de la Ciudad tiene que ser esencialmente
escritor e historiador y contar entre sus atribuciones la de velar por la
conservación y mejoramiento del Archivo Municipal y asimismo servir de asesor
al Consejo en las consultas requeridas.
Julio Barroeta Lara, Cronista de Valencia, director del
Cuerpo C del diario El Nacional durante varios años, profesor universitario y
jurado de mi tesis de grado, lo conceptúa como “divulgador de la vida
parroquiana de antes y de ahora y capaz de reconstruir trozos del pasado”.
Para Misael Salazar Leydenz, Cronista de Coro, es “explorador, afianza la identidad, investiga el presente y
el pasado y su legado es tesoro valioso para el futuro”. José Vicente
Henrique, Cronista de los Andes, configura al cronista como “un
intelectual de buen suceso porque se ha nutrido de las raíces de su pueblo”.
Venezuela tiene en Juan de Castellano, Pedro de Aguado,
Pedro Simón, José Oviedo y Baños, José Gumilla y Felipe Salvador Gilij, a los
más relevantes cronistas de la Colonia. Juan de Castellano fue cronista muy
singular pues “Elegías de varones Ilustres de Indias” es una crónica en
versos. Tal vez los versos más largos de la lengua castellana, muy criticado
por cierto, pero considerada su Elegías como una preciosa fuente para el
estudio de esos años de nuestra historia. La historia del Siglo XVI. Nacido en
Sevilla, llegó muy joven e nuestro continente (1539) y murió en Tunja a la edad
de 85 años (1607). Destaca su obra “Elogio
de las Islas Orientales”.
Pedro de Aguado, misionero franciscano, considerado el
primer historiador de Venezuela, nació en Valdemoro, (España) en 1538 y
falleció en Colombia en 1539. Fray Pedro de Aguado fue teólogo, matemático e
historiador. Autor del libro “Noticias
Historiales relativas a Santa Marta, Nuevo Reino de Granada y Venezuela”
que sirvió a sus sucesores Fray Pedro Simón
y José de Oviedo y Baños, entre otros.
Pedro Simón, nacido en San Lorenzo de la Parrilla, España,
era franciscano. Fue uno de los cronistas de Indias y el primero que elaboró
metódicamente la Historia de Venezuela. No se conoce el lugar ni la fecha de su
muerte y su obra fundamental “Noticias Historiales de las conquistas de
Tierra Firme” comenzó a escribirla a comienzos del siglo diecisiete
cuando llegó al Virreinato de Nueva Granada.
José de Oviedo y Baños, nació en Bogotá, 1671, y murió en
Caracas donde vivió 52 años, el 22 de noviembre de 1738. Escribió “Historia
de la Conquista” y “Población de la Provincias de Venezuela”
y se considera como el primer gran historiador de Venezuela. Su obra es una
verdadera crónica, serena, densa y auténtica de la Capitanía de Venezuela,
donde resaltan. Los Belzares, el Tirano Aguirre y Diego de Lozada. Se publicó
por primera vez en Madrid en 1723 y sólo fue reimpresa un siglo después de
Caracas.
José Gumilla, misionero, historiador y lingüista, autor del Orinoco
Ilustrado, nació en Cárcer España, 1686, y falleció en Colombia (1705),
donde estudió filosofía y teología. Se inició como misionero de la Compañía de
Jesús a todo lo largo de la geografía llanera y orinoquense en 1716 y su
principal obra El Orinoco Ilustrado constituyó un libro de gran impacto y
polémica en el mundo europeo. En su expedición vino el también misionero
italiano Felipe Salvador Gilij, quien permaneció 19 años en el Orinoco y mejor
escribió sobre la orinoquia, durante el período hispánico. Da cuenta de la
etnia Tamanaco que tenían por Dios a Amalivaca.
La figura del Cronista oficial la consagró por primera vez
la Municipalidad de Caracas en 1945 y a partir de allí ha sido adoptada por las
principales ciudades a través de sus Consejos
Municipales.
En 1968 se constituyó la Asociación Nacional de Cronista
Oficiales de Ciudades de Venezuela (ANCOV) que regularmente celebra una
Convención anual para interaccionar con los cronistas de todo el país. La primera
ocurrió en Valencia ese mismo año de 1968. En total, se han realizado hasta
ahora XXX asambleas nacionales. En la convención de Coro, se acogió un proyecto
de Ordenanza modelos para todos los Consejos Municipales del País que define y
norma las funciones y obligaciones tanto del Cronista como de la Municipalidad
con respecto al Cronista. Ese proyecto ya ley
u ordenanza en las ciudades principales de Venezuela, establece que el
Cronista Municipal es de por vida o permanente y que la condición de tal sólo
se pierde por renuncia, incapacidad o sentencia penal condenatoria de tipo
judicial.
Según Lourdes Dubuc, Cronista de Boconó, los cronistas son
personas de vocación, a los cuales se les ha oficializado el cargo luego de una
trayectoria cumplida. Sin embargo, la situación que se perfila ahora es por
fuerza del Artículo 187 de la Ley Orgánica de Régimen Municipal que establece
que todo él Municipio tendrá su Cronista. Lo cierto es que ahora los Cronistas
están legalmente amparados y la
Municipalidad de hecho tiene a quien acudir para casos de consultas.
Pero ahora que existe la norma legal, la preocupación en las
últimas Convenciones ha estado centrada en el asunto de la Ordenanza y en el
problema de si el Cronista debe ser funcionario municipal, en cuyo caso estaría
sujeto a un sueldo y a las contingencias que significa un cargo remunerado que
le exigiría una serie de obligaciones.
En el Estado Trujillo, los Cronistas son Ad- Honorem al
igual que el de Ciudad Bolívar, a condición de que la Municipalidad les otorgue
una Oficina con una Secretaria y un Archivista, gastos de representación y
partida para él funcionamiento cabal de la oficina.
La Ordenanza Municipal establece la figura del cronista
vitalicio no sólo porque tradicionalmente ha sido así, sino porque la misma
naturaleza del trabajo lo exige. El cargo de cronista debe ser vitalicio o
permanente (el vocablo es lo de menos, puede ser expreso o tácito como en la
Constitución Nacional del 61 con respecto a los senadores ex Presidentes de la
República) como lo establecen las ordenanzas de Coro, Punto Fijo, Barquisimeto
y casi todas las de otras ciudades de centro, occidente y oriente, a no ser que
razones de salud, manifiesta incompetencia o negligencia, le impida al Cronista
ejercer con propiedad las funciones que les son inherentes.
La Ley Orgánica
de Régimen Municipal recientemente
reformada o suplantada por la Ley Orgánica del Poder Público Municipal
del 8 de junio de 2005, amplía mediante la Sección Tercera, Artículos 125 y 126,
la figura del Cronista Municipal
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