La
historia del Museo de Arte Moderno “Jesús Soto”suele contarse, no a partir de
su inauguración, sino desde que la idea germinó en la mente de su creador allá
en Paris, en la década de los cincuenta, cuando fue al encuentro de los grandes
para calibrarse asimismo.
El muchacho de la calle Santa Ana que
le pintaba los cartelones a Joaquín Echeverría en el cine América, de verdad
que soñaba con llegar a ser un gran pintor como esas figuras clásicas que le
devanaban los sesos cuando estudiaba y practicaba los rudimentos de la cultura
artística junto con su entrañable amigo Carmelo Castillo.
Pero para Soto pintar letras y afiches
anunciando la película del día no era el camino. Quería salirse de la rutina y
llevar a la pintura el rielar de ese río que atravesaba a nado y los moriches que invadían el paisaje e
interferían la luz del trópico, de manera que se fue a Caracas, a la Cristóbal Rojas, hasta
graduarse con una beca de 200 bolívares que le otorgó al gobernador Mario
Briceño Iragorri a solicitud del obispo Miguel Antonio Mejía.
Después lo premiaron con una cátedra de
pintura en la Escuela de Artes Plásticas de Maracaibo y como no era eso en verdad lo que aspiraba, se
marchó a París para terminar de encontrarse asimismo encontrando a otros
artistas como Mondrian, tan determinante en su obra.
Vivir en una ciudad tan masificada,
monumental y extraña, resultaba quijotesco para un provinciano humilde y además
limpio de alma y de bolsillo. Sin embargo, era despierto y creativo para
inventar, pintar y tocar la guitarra en los Cafés y Cabarets del Barrio Latino,
lo cual le abrió comino hasta el día en que Dense Renee lo encajó entre los
grandes.
Vaseraly, pionero del cientismo que
luego abandonó, logró con su nombre y con obras propia canjeadas con los
grandes, un Museo para Hungría, su país de origen y Soto creyó sin equivocarse
que podría alcanzar lo mismo para su amada Ciudad Bolívar.
Para los años de la década de los
sesenta, Soto contaba con una pinacoteca integrada por obras propias y de otros
artistas constructivistas y de la vanguardia del constructivismo y en 1959
cuando ganó el Premio Nacional de Pintura en Venezuela, José Simón Escalona,
director de Educación y Cultura del Gobierno del doctor Diego Heredia
Hernández, adquirió la obra ganadora en 20 mil bolívares. En tal ocasión Soto
comunicó sus sueños de un Museo para Ciudad Bolívar a Miguel Arroyo, director
del Museo de Bellas Artes como a Carmelo Castillo y Elias Inatti que fueron
compañeros de estudio.
La idea de un Museo de Arte Moderno en
Ciudad Bolívar, acostumbrada al tradicionalismo del Museo Talavera, hoy
desaparecido, no tuvo al comienzo mucho calor, espacialmente porque el pueblo
para entonces estaba muy absorbido por el momento político que atravesaba el
país.
Fue en la década de los sesenta cuando
un grupo de personas entre las que inicialmente sobresalían Mimina Rodríguez
Lezama, Elias Inatti, Germán González Seguías, David Alizo, Mercedes Quiroga y
quien este reportaje escribe, fundó la
Casa de la
Cultura gracias a la gestión que particularmente hice
valiéndome de mi condición de diputado, ante el profesor Lucas Rafael Alvarez,
director de Educación y Cultura, para que nos dotara y pagara el alquiler del
local. Por su parte, Germán González Seguías que era concejal logró una partida
de funcionamiento con el ayuntamiento. Fui más allá y logré que la Legislatura aprobase
dos mil bolívares para el Premio de Poesía Alarico Gómez y el Ministro de
Educación Siso Martínez donara un proyecto de cine de 16 mm ., y así comenzó la Casa de la Cultura bajo la batuta
siempre de Mimina Rodríguez Lezama, muy bien vinculada a los círculos
intelectuales y artísticos de Caracas y Barquisimeto, lo cual valió de mucho
para la obra cultural que nos proponíamos y donde se alimentó y tomó cuerpo la
idea de Soto de un Museo de Arte Moderno.
Un día Miguel Arroyo y Clara Diamend de
Sujo, comisionados por Soto, se reunieron con los componentes de la Casas de la Cultura y hablaron sobre
el Museo Moderno como agente catalizador, aglutinador, efervescente y
modificador de los gustos de una sociedad y dejaron prendido el entusiasmo por
la idea del Museo que proponía Soto. La colección estaba lista y dispuesta en
París, sólo se requería y nos parecía bien, incluso al mismo Soto, la Casa de las Doce Ventanas
para establecer un contraste entre la arquitectura antigua angostureña y el arte moderno. Hablamos con don Alberto
Liccioni y nos dijo que la sucesión Machado Liccioni pedía 200 mil bolívares
por la casa en ruinas. Tratamos de interesar al Gobernador Rafael Sanoja
Valladares y presentó el inconveniente de la falta de disponibilidad
presupuestaria en el año final de su Gobierno (1968).
Con el cambio de Gobierno, de Leoni a
Caldera, las cosas mejoraron notablemente pues el Gobernador Carlos Eduardo
Oxford-Arias y el Secretario de Gobierno Paúl Von Buren, eran amigo de Soto y
estaban en conocimiento del proyecto. De suerte que en vez de adquirir la Casa de las Doce Ventanas,
Oxford decidió construir un Museo de
arquitectura moderna y por Decreto 397 del 27 de octubre de 1969 resolvió la
construcción del Museo “que llevará por nombre Museo de Arte
Moderno Jesús Rafael Soto”. En el mismo Decreto disponía fijar en la Ley de Presupuesto 1970 la suma de 300 mil bolívares para el
inicio de la obra.
Localizar, adquirir el terreno,
diseñar, proyectar y construir la obra tardó tres años y ocho meses. La
arquitectura del Museo de por si ya es una obra de arte en la cual se esmeró
Carlos Raúl Villanueva (1906-1976). Arquitecto del Museo de Bellas Artes de
Caracas y del de Ciencias Naturales como de la Ciudad Universitaria
que es el ensayo más completo que se ha hecho de integración artística en
Venezuela. En su honor la Casa
de la Cultura
le adición su nombre.
La obra, aunque fue decretada por
Carlos Eduardo Oxford-Arias, su construcción total se hizo bajo la
administración del arquitecto Manuel Garrido Mendoza, alumno de Villanueva, y
fue inaugurado el 25 de agosto de 1973 por el entonces Presidente de la República Rafael
Caldera.
Costó 1 millón 300 mil bolívar y fue abierto con importantes
obras de arte donadas por Soto en calidad de comodato y cuyo valor entonces se
estimaba en 2 millones 500 mil dólares. El Maestro Antonio Esteves integró su
creatividad musical con una obra titulada Microvibrafonía Múltiples, compuesta
en seis partes, una para cada Sala del Museo.
El discurso en el acto de inauguración
del Museo en 1973 y al que asistieron notabilísimas personalidades del mundo
artístico e intelectual nacional como internacional, estuvo a cargo de Alfredo
Boulton, quien presentó al Museo como “un desafío a lo sedentario y arcaico…” un grito
en la plaza pública para gente joven de espíritu que quiera lanzarse a su
propia y suprema aventura creadora.
Caldera, quien en esa ocasión recibió
el Collar de Angostura al igual que Soto la Orden Andrés Bello, encontró en
la obra de Soto como en la de los demás expositores “una capacidad ilimitada de
creación en pleno desarrollo” mientras Cruz Díaz comparó la existencia
del Museo con un detonante en un país donde la noción del mundo se define por las
consignas del partido.
El Museo administrado por una Fundación
creada por el Gobierno Regional y presidida por Soto, se inició bajo la
dirección de Armando Gil Linares, quien meses antes se había ganado el primer
premio del Salón Alejandro Otero de la
Casa de la
Cultura. La primera
directiva de la Fundación
estaba integrada, además de Soto como presidente, por Alfredo Boulton en
calidad de Vice-presidente; Calos Raúl Villanueva, Guillermo Meneses, Miguel
Arroyo, Hans Neumann, Miguel Otero Silva, Simón Alberto Conslavi, Luis Pastori,
Silvia Boulton de Ellis, María Teresa Castillo, Magot de Villanueva, Sofía
Imber, Narciso Debourg, Lourdes Blanco de Arroyo y Ángel Ramón Giugni.
El Museo cuenta en al actualidad con
500 obras de artistas nacionales e internacionales del siglo XX. En esa
colección se encuentra representados la Vanguardia histórica rusa, el
Neoplasticismo, la Abstracción geométrica, el Arte concreto, monocromo,
cinético, óptico, programado, sistemático y experimental.
Tiene uno de sus pabellones
permanentemente dedicado a la obra cinética del Maestro Jesús Soto, un jardín
interno de esculturas y una tienda para objetos y diseños.
Sobre la avenida Germania, a 800 metros del
Aeropuerto de la ciudad, la CVG financió la construcción de la segunda etapa,
inaugurada en noviembre del año 1987 por el ministro presidente de la CVG , Leopoldo Sucre Figarella,
a un costo de 32 millones de bolívares.
Las obras de ampliación tardaron unos
diez años y fueron diseñadas en armonía
con la primera etapa y siguiendo el nuevo orden urbano que se generaba en al
zona con la aparición de este importante centro cultural de proyección
internacional.
Conforman esta segunda etapa las áreas administrativas, cultural, docente
y de servicios generales. El área de construcción es de 3.489 metros
cuadrados , que sumada al área de la primera etapa en
servicio, da un total de 5.210 metros cuadrados , sin contar los 7.000 metros
cuadrados de áreas verdes y estacionamiento.
Soto me dijo en una ocasión que “este
no es un Museo”. Quería decir que el Museo de Arte Moderno no es un
museo más, un Museo estático, sino un centro de investigación y de acopio
histórico de lo más jalonado del arte moderno. Un centro que nos enseña a ver y
a sentir, que nos enseña algo nuevo aunque muchas de las obras datan de un
tiempo en que estuvieron fuera de nuestro alcance existencial. Pero ellas como
las recientes también son nuevas y modernas porque sorprendentemente son
desconocidas o en su verdadero tiempo no se les dio su valor y se redescubren
hoy y vemos que están concatenadas con lo que se hace en el presente y lo que
vendrá mañana.
Hace tiempo dije en un trabajo sobre el
abstraccionismo que pasar por el Museo no es pasar en vano, algo nos queda. Un
Museo, lógicamente como el que nos ocupa interviene de muchas maneras en la
vida del ciudadano, interviene bien sin que se de cuenta algunas veces, en la
formación de su gusto, en su educación. A medida que lo frecuenta lo va
sensibilizando hasta para las cosas que son de la vida diaria como sería
diseñar o escoger un vestido, comprar unos muebles, decorar su casa o el propio
territorio de su intimidad.
Una de las cosas buenas del Museo de
Arte Moderno es que nos enfrenta con un arte de situaciónes que perturban y
retan hasta despertar conflictos y discusiones en busca de verdades. Las obras,
en principio, no tratan de explicar nada sino más bien de plantear eso,
situaciones de percepción o que puedan desatar en la gente una nueva mitología,
una nueva visión de la naturaleza que revela cosas a veces existentes que no
han sido vistas o decididas por nadie.
En el curso de más de tres decenios,
por el Museo han pasado en calidad de Directores: Armando Gil Linares que
estuvo por espacio de diez años; el italiano Getulio Alviani, quien organizó el
Museo de manera coherente y le dio proyección internacional; la Licenciada en
filosofía de la estética Gloria Carnevali, quien realizó una labor profunda,
muy dinámica y de calidad; el arquitecto Freddy Carreño, quien confrontó dificultades presupuestarias para poner a
funcionar todos sus espacios; Luis Lares, quien venía de dirigir la Sala de
Arte de Sidor, artista consagrado al cine y la
fotografía con numerosos premios nacionales. Por problemas de salud estuvo poco tiempo y
fue suplantado por Ivanova Decán Gambús
y actualmente ejerce la dirección Ariel Jiménez, designado por Soto poco tiempo
antes de morir
Los dos primeros directores mantuvieron
la filosofía original del Museo, destinada solo al arte constructivista
concreto, cinético, programado, en fin, al arte lógico, racional y
científico. Freddy Carreño, fue más
flexible, pues destinó las salas del Museo a otras tendencias como el
Expresionismo que es un arte impulsivo, revulsivo si se quiere, irracional y,
actualmente, dentro de una programación
nacional organizada en homenaje al Maestro Jesús Soto, se ha abierto la
Sala Múltiple a todas las tendencias.
Así por esta circunstancia tan especial pudo Liliana Sánchez
materializar los deseos de ver sus tepuyes colgando en los blancos muros de este museo que un día
desde el barrio Latino de Paris visualizó el maestro pionero del arte óptico
universal.
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